Dentro de mis reflexiones internas de estos días, ronda por mi cabeza la necesidad de explicar la razón por la cual en la vida nos aferramos continuamente a las cosas que tenemos… aun cuando venimos al mundo sin nada.
Paradójicamente, queremos y necesitamos garantías de nuestro empleo, dinero, salud, casa, relaciones afectivas, entre otros. Esto es explicable, teóricamente bajo el postulado de que la seguridad es una de las necesidades humanas primordiales. No en vano, el autor Abraham Maslow las describe en el segundo nivel, luego de las fisiológicas, en su pirámide de las necesidades humanas.
Andamos detrás de la seguridad, pensando en obtener garantías de que todo estará bien y de que permaneceremos en nuestra zona de confort, olvidando la constante del cambio, que nos arropa y se puede llevar de repente todo lo que construimos. Y por ello, cuando nos pasa algo que esta fuera de nuestra esfera de comprensión, es que empezamos a darnos cuenta que vivimos sin garantía, que no hay mañana ni porvenir seguro, no al menos como lo predicen nuestros esquemas mentales, aun cuando tengamos Fé, de que todo estará bien con nosotros.
Suena triste y desesperanzador no poder contar con un futuro conocido, suena despiadado decirle a alguien que esta completamente ilusionado y feliz que sabemos de hoy pero no sabemos de mañana, aunque aplique muy bien recordarlo, para apaciguar la euforia que embriaga nuestro espíritu con esa seguridad y garantía que pensamos tener. Pareciera más bonito, decir que todo pasará cuando algo duele, pero no cuando algo esta bien, porque en ese instante sonaría como una maldición o como un mal presagio y seria algo completamente de mal gusto para quien lo escuchará.
La realidad es que con altas y bajas, para bien o para mal, no tenemos garantía fuera del hoy, ahora es el único instante sobre el cual tenemos la facultad de “poseer” y hacer algunas cosas, en la que muchas veces permitimos que se base nuestro bienestar.
Hace días tuve la oportunidad de ver una película llamada “Lo imposible”, narraba una historia verídica sobre como un maremoto se llevo todo lo que poseía una familia estadounidense que vivía en Taiwan inclusive separándolos unos de otros, se trata de un drama fuerte e impactante, que revela como se lucha por la vida ante los fenómenos y situaciones impredecibles que se presentan. Al verla se desprendieron de mis algunas interrogantes, tales como: ¿y si esta fuera la hora cero, la que llega sin aviso, la tormenta, el fenómeno, que sería lo realmente importante?
El apego esta comúnmente unido a la condición humana, nos aferrarnos a tablas salvadoras que entendemos dan significado a nuestra vida. Es necesario trascender a la seguridad que nos provoca sentirnos amados, sentir que tenemos el control total y que todo marcha perfecto, antes de que de golpe llegue una ola y lo derrumbe todo.
Entonces, nos encontramos en un gran dilema, ¿y para qué construir si como sea podemos perder nuestros apreciados castillos de arena cuando las olas se acerquen y destruyan su belleza? ¿Para qué hacer planes, proyectos, llenarnos de ilusiones, que de repente puedan acabar y destruirse?
La respuesta a si debemos construir o no, es que sí, que hay que seguir construyendo, hay que seguir planeando pero con base a la satisfacción del día a día, no de lo que se espera, con base a que lo que hacemos es lo mejor que en el HOY es posible, es lo mejor que en el presente me conviene.
He dejado de creer en que hay que sacrificar el presente, para tener un buen futuro, en lo que respecta a mí, esa teoría no funciona, más bien creo que lo que te satisface hacer con amor en el presente, es aquello en que crees, eso que puede llevarte a un futuro anhelado por consecuencia, siempre consciente de las leyes de causas y efecto.
Creeré mejor que aquello que decido hacer hoy esperando algo del mañana no constituirá un sacrificio sino un paso, y que todo paso que me acerca a la meta produce alegría interna, constituye el sueño en si mismo, y el anhelo, tiene sabor a logro y a victoria porque no hay mañana.
Y así, de repente, podre distinguir cuando me aleje mucho de lo que deseo realmente, porque el camino será amargo completamente, y pesarán más los tropiezos que la satisfacción de estar en la ruta correcta.
No hay garantías de que mis deseos se satisfagan, ni de que todo estará como yo quiero, sólo hay garantía de que cuando hacemos con el corazón y en el momento lo que tenemos que hacer, cuando disfrutamos lo que tenemos que disfrutar sin esperar recompensa, la satisfacción no será simplemente el final de la historia, aquello incierto que no sabemos si llegará, sino que también encontraremos felicidad constantemente en la ruta, que un día emprendimos sin garantía.
A veces resultará, a veces no, no es tan fácil desprenderse de la ilusión de garantía que quisiéramos conservar como un tesoro apreciado, para premiar nuestras vicisitudes en este camino, pero será mucho mejor cuanto más consciente seamos de la necesidad de romper el espejismo, soltar nuestras seguridades terrenales y enfocarnos en el presente, ya que como dice una canción, es lo único que tenemos.
Como diría mi dilecto Facundo Cabral: “Vive la vida de instante en instante, porque esa es la vida”.
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