Viajar a través del tiempo,
de regreso al pasado,
que en el alma ha dejado su efecto,
viviendo quizás o subsistiendo tal vez,
con mirada sublime, sonriente o también triste,
recordando lo que fue y jamás ha vuelto a ser.
Caminar en el presente,
en la compañia de furtivos deseos inalcanzables,
con una mezcolanza de sentimientos,
con el temor de la vida en el oprobio,
con la duda de la vida sin sentido,
con la esperanza de estar en el sendero,
con la mirada pérdida, a veces encontrada.
Soñar con el futuro,
mirar con ilusión lo desconocido,
vivir con aprensión lo que no ha sucedido,
calcular lo incalculable, fiarse de elementos inciertos,
caminar en medio de la incertidumbre,
vislumbrando luces en el tunel.
Los términos categóricos jamás, nunca, siempre,
juegan el papel más importante,
el pasado y el futuro, callan el hoy
y lo reducen a un simple resultado o punto de partida,
convirtiendose en subterfugios del tiempo,
que impiden vivir con energia renovada el presente,
que menguan la conciencia de las limitaciones humanas y
cortan las alas a los anhelos de libertad.
Subterfugios del tiempo, que limitan la felicidad,
excusas tontas pero bien fundamentadas,
ignorar la rosa por observar los espinos,
convertir la inseguridad en desdicha
ante la posibilidad de ser afortunados,
transformar la realidad en problema,
por la incapacidad de comprender y aceptar
aquello que no podemos cambiar.
Subterfugios del tiempo,
usados a favor de quien los carga consigo,
a veces valederos para justificar la imperfección,
a veces solo medios, a veces fines,
concientes o inconcientes de ellos,
con ellos manejamos y nos dejamos manejar.
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