Aquella mañana dominical en que caminaste
Hacia la fiesta celestial
Sentí el calor de tu cuerpo inerte
Y la tristeza de saber que ya no estabas
Te habías ido, a habitar sin dolor
En el amor de Dios
A habitar sin tristeza.
En los brazos de la Madre del Cielo
A habitar sin pobreza,
Al reino de las mayores riquezas
Te habías ido, A llenar con tus sonrisas,
La gran morada celestial
Te habías ido, para enseñarnos
Donde está el verdadero amor
Tu varita hizo milagros,
Nos hizo crecer
Mientras veíamos la entereza con que asumiste tu cruz,
Nos hizo salir de nuestro egoísmo,
Y entender que fuera hay un mundo lleno de sufrimientos que aliviar
Adiós princesa,
Digno Ángel que con tu belleza,
Acompañas al Padre
y unida al coro celestial
Brillaras en el firmamento
Mientras nuestra fé
En la cercanía de tu espíritu
Cada día se acrecienta
Adiós princesa,
Te dejo ir, con la gratitud que hay en mí
Te dejo ir, con el consuelo de haber estado en tu camino
Te dejo ir con la certeza, de que estarás mejor
Rodeada de aquellos que con dulce amor,
Te cuidaron y velaron por ti,
Cuando estuviste a nuestro lado.
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