De repente amaneció, el sol alumbraba pero
sus destellos no dispensaban un halito de energía
y las obtusas sombras atenuaban los escuetos
movimientos del incorruptible nuncio del amor
La pesadumbre apoderada de la cognición,
Perpetúa el eco viviente que como ave fénix
Renace con las cenizas del ayer,
Gris es el sincope del marchitado jardín de
Besos y caricias sublimes que amparan el brillo
De los luceros que viven aún de la esperanza
Sucumbe la ilusoria visión de la entrega,
Del deseo irrefrenable de un sentimiento desesperado,
Que ilumine el presente y de sentido al pasado,
Que conceda una sonrisa al despertar esperanzado
Y que inunde de canciones sin melancolía los dejos
De una insaciable necesidad
Desvalora sus dotes de consorte encantada
Y cercada de la ignominia de defraudar su dogma
Cede ante la metamorfosis fugaz
Que Satisface sus deseos más no su corazón.
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