martes, 6 de mayo de 2014

La ciudad enfantasmada ...


De repente aquella ciudad habitada por fantasmas,
Se vio iluminada por una cegadora luz,
Que presente en sus solitarias noches y
Agotada por la sombra de los interminables días
Descongelaba el rastro desesperado y agitado,
Del inhabitable dolor que ocasionaba su existencia.

Quien fuere la ciudad, cual desdichada y vil,
Como la imaginará el que la habitase,
Quien fuere la ciudad, tan escabrosa
Como el pálpito incesante del temor
Que sacudía sus ventanas y pórticos,
Ante el inexplicable llanto de su desventura.

Inhabitable la ciudad, donde se implantaba el terror,
Como canto de batalla,
Donde sucumbía la celeridad de los días pesimistas,
Ante la expectativa muerta de una transformación,
Inhabitable aquella ciudad, agrietada por las ruinas del ayer,
Cual última ilusión era la construcción de un porvenir.

No mueras noble ciudad, más bien atiza tu dolor
En la esperanza de que seas  reconstruida,
Para repoblar con tiernas flores tu templo,
Y edificar sobre roca firme las paredes arruinadas del ayer,
No mueras ciudad, con la contaminación abrupta que te inunda,
No mueras, sin que antes las nubes fecunden tu tierra y empapen las calles
Donde colindan los aprontados pasos de quienes te habitan.



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